Social Loyalty: programas de fidelización del sector turismo



Son dos palabras que nos llenan la boca. Palabras que adjudicamos rápidamente a cualquier jueguecito de badges que nos permita como consumidores acumular puntos por X, Y o Z check-ins y que con el tiempo se traducirán en beneficios para nosotros. 


Pensamos que por hacer esto ya estamos llevando a cabo estrategias de Social Loyalty, que nos permiten vincularnos y gestionar de manera más rentable las relaciones con nuestros clientes. Pero ¿en verdad nos transforma una estrategia de juego –por mucho que aproveche la tecnología– en una compañía que lleva a cabo estrategias de Social Loyalty? Porque la verdad es que nos encontramos estrategias que son tiene un intento “loyal” pero les falta el “social”, y estrategias “social” que les falta el “loyal”.

Entonces, ¿han cambiado en alguna medida los programas de Loyalty? ¿No estaremos asociando en exceso el “loyalty” a los “jueguecitos” y técnicas de gamificación? ¿Estamos considerando el factor social? Hoy las marcas pueden rastrear, cuantificar y utilizar muchos más datos para mejorar sus relaciones con sus clientes que solo los acumulados por acciones que siguen estrategias de acumulación de puntos para conocer su nivel de “fidelidad”.

Rastreando varios documentos de casos de estudio que realizamos en Territorio creativo hace no tanto –un año y medio atrás–, me da la sensación de que muchas estrategias llamadas de “Social Loyalty” estaban anquilosadas en lo mismo: puras acumulaciones de puntos o “badges” como quien acumula las tapas de los yogures Danone (estrategia “loyalty” pero no “social”).

Hoy nuestra estrategia de Social Loyalty no puede pasar solo por eso. Hay saturación de ofertas y programas de puntos. Y una comoditización de los descuentos. Por eso, ¿representan los programas de puntos una fidelidad por parte del cliente? ¿No estarán muchas estrategias siguiendo caminos un tanto conductistas? El cliente está con nosotros en la medida en que le interesamos. 


No está con nosotros porque realmente hayamos creado un vínculo afectivo con él. Por eso es tan importante llevar a cabo estrategias que creen esa vinculación. En esto somos todos conscientes de que hay marcas que lo tienen más fácil que otras. Pero incluso hasta una cadena de pastelerías puede tener una vinculación realmente mala con sus clientes, y una aseguradora o un banco, tener una vinculación muy positiva. ¿No es mucho más interesante el hacer de nuestro cliente un embajador de nuestra marca desde lo afectivo?

Debemos trabajar por influir en una mayor medida en la conciencia de nuestra marca, su aceptación, vinculación y fidelización. Y haciendo solo esto a través de la gamificación o de incorporar algunas mecánicas “sociales”, no lo conseguiremos. Como decía Carmen, “el éxito se basa en extenderse alrededor de una galaxia social”. El conocimiento de nuestros consumidores lo será todo. Pero mucho, mucho más del que nos puedan arrojar el número de compras, vuelos, o check-ins que han hecho recientemente.


Por supuesto, podemos –y debemos– aprovechar las posibilidades que nos ofrece la tecnología. Los dispositivos móviles pueden ser ese gran aliado en la movilidad, la geolocalización, la fidelización, las redes sociales y –en el caso del sector turismo– aprovechar las relaciones durante la estancia–. 


Son algunas de las estrategias más completas que hay actualmente en el sector. Aún así, creemos que el terreno sigue un poco “virgen” y que se pueden desarrollar estrategias considerablemente más ricas, que aprovechen el off y el on, que se preocupen por el aspecto “loyal” –sin caer en el mero chantajismo vacío de afectos de “acumula puntos y llévate descuentos”–; y que se preocupen por el aspecto “social” –sin creer por ello que para ser sociales es suficiente con llevar a cabo estrategias de gamificación digitales–.